Por Alain Gresh*
Le Monde Diplomatique
Publicado en diciembre de 2012
La persistencia de las manifestaciones en Egipto, Siria, Yemen, Bahrein y otros países árabes confirma que los levantamientos que enardecieron a la región lejos están de apaciguarse. Más allá de la democratización, también se juega el lugar que la región, desgarrada por numerosos conflictos, ocupará en la geopolítica mundial.
Al león no le gusta que entren intrusos
en su guarida. Al león no le gusta que se lleven a sus crías durante la noche.
El león no dejará que lo hagan. No deben introducirse en la guarida del león”.
¿Quiénes son los “intrusos”? Los soldados de la Fuerza Internacional
de Asistencia para la
Seguridad (FIAS), por supuesto, que violan domicilios y
capturan a los sospechosos. El hombre que pronuncia estas palabras, en medio de
los aplausos de la sala, nada tiene de animal feroz: el presidente afgano Hamid
Karzai fue puesto en el poder por Estados Unidos en 2001; debe su permanencia a
su tutela; cometió fraude en las elecciones presidenciales de agosto de 2009
con el aval de la “comunidad internacional” (1). Con este discurso
nacionalista, prepara el post-2014, año en que debería partir el grueso de las
tropas estadounidenses y de sus refuerzos. Sin embargo, difícilmente este
palabrerío altanero lo salve del destino reservado a los colaboracionistas.
Al mismo tiempo, Estados Unidos está
inmerso en una de las operaciones de repatriación de material (y de tropas) más
complejas de su historia. A fin de año, no quedarán más que unos cientos de
asesores en Irak. Hasta el último minuto, Washington trató de conseguir el aval
de Bagdad para el mantenimiento de unas decenas de miles de soldados, pero el
rechazo popular fue tan masivo que incluso las fuerzas políticas aliadas a la Organización del
Tratado del Atlántico Norte (OTAN) rechazaron este pedido.