En Homs el conflicto sirio deja ver su lado sectario
Karen Marón
Homs
Lunes, 13 de
febrero de 2012
Desde el comienzo de la crisis en Siria hace once meses, Homs,
la tercera capital en importancia del país por la riqueza de su industria
petrolera, se convirtió en el mayor desafío en los 11 años del gobierno de
Bashar al Asad.
Pero los enfrentamientos entre el ejército sirio y
los grupos armados irregulares que buscan derrocar al presidente no son las
únicas batallas que se pelean en sus calles. Por el contrario, el conflicto en
esta ciudad arrastró a las propias comunidades religiosas que tratan de
mantener la histórica convivencia social.
Los
diversos grupos que habitan Homs son un reflejo de la complejidad siria. La
mayoría es musulmana sunita, pero existen también minorías considerables de
cristianos y alauitas, una secta heterodoxa musulmana –chiíta- a la que
pertenece la familia de Al Asad y en la que basa gran parte de su liderazgo.
"Diariamente se reciben entre 15 y 20 heridos desde el inicio
de los incidentes y el número de muertos que salieron de aquí es de 785
soldados. Pero lo que se ha incrementado en los últimos tiempos son los
disparos en la cabeza y la parte superior del cuerpo y eso es especialidad de
los francotiradores." Alí Mohammed Assi, director del Hospital Militar de Homs
Aunque
algunos alauitas apoyan el levantamiento y algunos sunitas todavía respaldan al
gobierno, ambas comunidades se ubicaron mayoritariamente en lados opuestos de
la revuelta.
En
Damasco, el gobierno ha denunciado que las pugnas entre comunidades religiosas
son instigadas por Qatar, Arabia Saudita y Turquía, entre otros.
En Homs,
algunas calles se han convertido en fronteras demasiado peligrosas. El miedo es
tan pronunciado que los alauitas llevan cruces cristianas para evitar ser
secuestrados o asesinados al pasar por los barrios sunitas más conflictivos,
donde operan las bandas armadas extremistas.
Viajes en buses turísticos
Al ingreso
en la ciudad, solo son visibles precarios puestos de control militar. Algunos
están protegidos por montículos de bolsas de arena y otros fueron fabricados
con chapa de aluminio. En cada uno están apostados dos o tres soldados y un
civil armado.
Pero estos
hombres y sus armas no parecen ser suficiente para controlar la situación que
se cierne en lo profundo de los barrios aledaños.
Sobre la
calle Al-Ghota, la avenida principal donde se enclava un barrio mixto de
cristianos y musulmanes, todos los comercios están cerrados.
Algunos
propietarios que viven del otro lado de la urbe tienen miedo de trasladarse por
los ataques y secuestros de los grupos armados irregulares y otros deciden
adherirse a la huelga obligatoria que les imponen los fundamentalistas. Es un
barrio fantasma, donde aunque se quiera hablar, está prohibido.
Al menos
Alhameedy, el tradicional mercado de Homs, vibra al ritmo de sus comerciantes y
de los compradores que le imprimen a la ciudad una sensación de normalidad.
Aunque las calles estén atestadas de basura porque los recolectores temen ser
atacados.
Todos los
movimientos de los periodistas que han sido "bendecidos" con la visa
del Ministerio de Información -que se puede renovar cada cuatro días luego que
todos los artículos publicados son analizados hasta la última palabra- llegan a
Homs desde la capital en un bus turístico que solo para en los lugares que el
gobierno quiere mostrar.
Los viajes
que realizan dos veces por semana tienen como escala obligatoria el Hospital
Militar y el Hospital de Homs donde concentran a manifestantes pro Assad para
vitorear su nombre y pedir a los gritos mayor participación del ejército en la
"lucha contra el terrorismo" que pregona el gobierno sirio.
Las
explosiones y las balaceras son constantes, pero solo nos está permitido
escucharlas a la distancia.
El control
para trabajar aquí es estricto y nadie pierde pisada de cada movimiento de los
periodistas. Del otro lado de "lo permitido", se produce una de las
operaciones militares de gran escala que no distingue entre milicias armadas y
población civil, cuyo saldo es una crisis humanitaria que deja miles de
personas muertas
Trabajo de francotirador
Pero el
conflicto existe también de este lado. En el hospital militar de Homs, Mohammed
Fuad, un soldado de 22 años, yace sobre una cama herido en la cabeza y con
quemaduras graves en ambas manos. Un grupo armado no identificado interceptó su
vehículo y le disparó. Una emboscada bien preparada, donde se usaron pistolas y
explosivos. En estado de shock por la situación, Fuad dice no entender lo que
sucedió y espera a su padre.
Al otro
lado de la habitación, Mohammed Alush, de 35 años, distribuidor de verduras,
está en un estado delicado. Sus brazos y piernas fueron destrozados en una
balacera, también consecuencia de una emboscada. Fue trasladado a este hospital
porque no hay camas disponibles en los centros de salud para civiles.
"Espero
que los grupos armados no lleguen hasta aquí. Es lo peor que nos pueda suceder
a todos los sirios." Alí, joven
abogado de Damasco, tras regresar de Homs.
Alush, que
estaba en su camioneta repartiendo papas, fue interceptado junto con su
compañero de trabajo en el barrio de Tal Alshar. Tres personas enmascaradas
cruzaron un vehículo y dos de ellos empezaron a disparar. "No entendemos
qué sucede aquí. Queremos que regrese la paz y la seguridad", dice en voz
baja. El joven está casado, tiene cuatro hijos y es alauita.
La minoría
alauita representa el 15% de la población siria y goza del respaldo del
gobierno.
Cuando se
le consulta a Alush si el ataque tiene que ver con su religión, dice no saber.
Sin embargo, los sunitas radicales amenazan a los alauitas por su continuo
apoyo al Al Asad, lo que aumenta la tensión religiosa.
"Diariamente
se reciben entre 15 y 20 heridos desde el inicio de los incidentes y el número
de muertos que salieron de aquí es de 785 soldados", confirma el doctor
Alí Mohammed Assi, director del Hospital Militar de Homs.
"Pero
lo que se ha incrementado en los últimos tiempos son los disparos en la cabeza
y la parte superior del cuerpo y eso es especialidad de los
francotiradores", explica Assi.
Todo esto
se observa desde Damasco con estupor.
"Espero
que los grupos armados no lleguen hasta aquí. Es lo peor que nos pueda suceder
a todos los sirios", me dice Alí, un joven abogado que vive en la Ciudad Vieja de
Damasco, cuando regreso de Homs a la principal ciudad siria.
Cuenta la
leyenda que el profeta Mahoma se rehusó a entrar a Damasco diciendo que
"al paraíso solo se accede en el momento de morir". Hoy, los millones
de habitantes de la capital, estén a favor o en contra del régimen, temen por
sus vidas y quieren seguir en su paraíso.
BBC Mundo
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