por Imad Fawzi Shueibi*
RED VOLTAIRE | DAMASCO (SIRIA)
Hace 4 siglos que
los líderes políticos vienen tratando de crear un orden internacional capaz de
regir las relaciones entre las naciones y de evitar las guerras. Aunque el
principio de la soberanía de los Estados arrojó resultados, las organizaciones
intergubernamentales han reflejado esencialmente la correlación de fuerzas
correspondiente a cada momento. En cuanto al ambicioso proyecto estadounidense
de Nuevo Orden Mundial, el hecho es que está estrellándose contra las nuevas
realidades geopolíticas.
La lenta formación de un orden internacional
Si bien la expresión «orden mundial» es de reciente aparición en
el discurso político, la idea misma de instaurar un orden mundial, o
internacional, data ya del siglo XVII y fue tema de discusión cada vez que se
presentaba una posibilidad de organizar la paz y de darle un carácter
permanente.
Ya en 1603, el rey francés Enrique IV daba a su ministro, el
duque de Sully, la tarea de elaborar un primer proyecto. El objetivo era la
constitución de una república cristiana que incluyera a todos los pueblos de
Europa. Dicha república debía garantizar la preservación de las nacionalidades
y cultos y encargarse de resolver los problemas entre esos componentes.
Aquel Gran Empeño incluía una redefinición de las fronteras de los
Estados como medio de equilibrar el poderío de los mismos y la creación de una
Confederación Europea de 15 miembros, con un Consejo supranacional que debía
disponer de poder de arbitraje y de un ejército capaz de garantizar la defensa
de la Confederación contra los turcos.
El asesinato de Enrique IV interrumpió aquel sueño, que no
resurgió ya hasta el final de las guerras desatadas por Luis XIV. El abate
Saint-Pierre dio a conocer por entonces suProjet pour rendre la paix
perpétuelle entre les souverains chrétiens[En español, “Proyecto para
perpetuar la paz entre los soberanos cristianos”. Nota del Traductor.].
Aquel plan, que fue presentado al Congreso de Utrecht (en 1713),
consistía en adoptar íntegramente todas las decisiones tomadas en aquel
encuentro como base definitiva para el trazado de las fronteras entre los
países beligerantes y en la creación de una liga de las naciones europeas (una
federación internacional) que se encargaría de prevenir los conflictos.
Independientemente de la mencionada utopía, lo más importante de
aquella época fue, por supuesto, los Tratados que hicieron posible la Paz de
Westfalia, firmados en 1648, al cabo de una guerra de 30 años, guerra que se
libró bajo estandartes religiosos, dando lugar a una gran acumulación de odio,
y en la que pereció el 40% de la población.
Las negociaciones se prologaron durante 4 años (de 1644 a 1648) y finalmente
concretaron una igualdad entre todas las partes beligerantes, ya fuesen
católicos o protestantes, monárquicos o republicanos.
Los Tratados de Westfalia establecieron 4 principios
fundamentales:
1. La soberanía absoluta del Estado-Nación y el derecho fundamental a la autodeterminación política.
2. La igualdad entre los Estados-Naciones en el plano jurídico. En virtud de ese principio, el más pequeño de los Estados se considera igual al más grande, independientemente de su fuerza o su debilidad, de su riqueza o su pobreza.
3. El respeto de los tratados y la aparición de un derecho internacional de obligatorio cumplimiento [O sea vinculante. NdT.].
4. La no injerencia en los asuntos internos de los demás Estados.
1. La soberanía absoluta del Estado-Nación y el derecho fundamental a la autodeterminación política.
2. La igualdad entre los Estados-Naciones en el plano jurídico. En virtud de ese principio, el más pequeño de los Estados se considera igual al más grande, independientemente de su fuerza o su debilidad, de su riqueza o su pobreza.
3. El respeto de los tratados y la aparición de un derecho internacional de obligatorio cumplimiento [O sea vinculante. NdT.].
4. La no injerencia en los asuntos internos de los demás Estados.
Cierto es que esos principios generales no garantizan una
soberanía absoluta, que en realidad nunca ha existido. En todo caso, se trataba
de principios que deslegitimaban todo acto susceptible de abolir dicha
soberanía.
Todos los filósofos vinculados a la política respaldaron esos
proyectos. Rousseau exhortó vehementemente a la formación de un Estado único de
carácter contractual que debía reunir a todos los países de Europa. En 1875,
Kant publicó Para la paz
perpetua. La paz es para Kant una construcción jurídica que exige el
establecimiento de una ley general aplicable a todos los Estados. El
utilitarista inglés Bentham condenó la diplomacia secreta por tratarse de un
procedimiento que se separa del derecho. También llamó a la creación de una
opinión pública internacional capaz de obligar a los gobiernos a someterse a
las resoluciones internacionales y al arbitraje. Artículo completo
*Filósofo
y geopolítico. Presidente del Centro de Estudios Estratégicos y Documentación
(Damasco, Siria).
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